Texto de presentación de Coolmeia en la II Conferencia Internacional de Redes Sociales, Curitiba, 19 de mayo de 2011

Texto de presentación de Coolmeia en la II Conferencia Internacional de Redes Sociales, Curitiba, 19 de mayo de 2011

Hay en el aire una angustia, que deriva de la percepción de que nosotros, los seres humanos, ya hemos producido tanto conocimiento, tecnología y riqueza, pero aun así somos incapaces de encontrar una forma de distribuir de manera justa y equilibrada todos los productos de nuestra inteligencia y trabajo. Elegimos y aceptamos (o somos obligados a aceptar, en algunos casos) formas de concentración de esas riquezas en manos de unas pocas corporaciones o individuos, en detrimento de miles de millones de otros menos favorecidos por los criterios que —o ayudamos a determinar o, de forma pacífica o contrariada, seguimos. Pocos son los que aún no se han vuelto indiferentes a la porción oprimida de la sociedad humana o, incluso, quienes, encerrados en su capullo —familia, trabajo, iglesia, círculo de amigos— apenas se dan cuenta de que el mundo del que durante tanto tiempo se beneficiaron se está desvaneciendo rápidamente y ya no estará presente, tal como lo conocemos, para sus hijos y nietos.

Para intentar revertir esta situación, el esfuerzo y el cambio deben venir, necesariamente, de cada uno. Es un proceso que comienza con algo que puede llamarse un Despertar: percibir en uno mismo la singularidad como ser humano autónomo y capaz de generar y disfrutar de riquezas mucho mayores que las que ofrecen las contingencias actuales.

Y para alimentar este cambio no son necesarias grandes naciones, imperios, ejércitos o legiones en marcha. Lo que sí se necesita son pequeños grupos de personas con suficiente buena voluntad, inteligencia e integración para, mediante cirugías precisas, empezar a cambiar la realidad que las rodea.

¿Y cómo lograrán estos grupos de personas, de ciudadanos, aprender a hacer esas cirugías? En talleres, cenas y festivales, organizados con la finalidad de proporcionarles un nuevo conocimiento, que hasta entonces había sido guardado bajo siete llaves por el rey: el de que es posible una vida guiada por la libertad, la solidaridad y la autogestión.

En estos talleres, en estas cenas y en estos festivales, se empoderarán individuos, se capacitarán comunidades, que emergerán como nuevos centros de iluminación del genio humano, capaces de multiplicar lo que los primeros talleres pudieron producir.

Estos espacios, estas comunidades, se regirán por una ética sustentada en la bondad y el apoyo mutuo, respetando no solo al otro de la misma especie sino también percibiendo la interrelación entre todos los seres, pertenecientes a una larga y fundamental red de la vida.

Y ya existen, por el mundo, movimientos que han tomado conciencia de esta necesidad, de esta urgencia, y están trabajando para mitigar los impactos de un mundo exploratorio, injusto, inhumano, insostenible. Juntos, todos estos movimientos podrían estar cambiando la realidad de nuestro planeta en un corto espacio de tiempo.

Sin embargo, sus propuestas, sus iniciativas, sus modelos, sus herramientas y actitudes son apropiados por las tecnologías del poder. A partir de ahí, dejan de tener la fuerza de cambio social que antes poseían, pues su enfoque es desvirtuado y debilitado.

Para que estos pequeños grupos de individuos o incluso esta multitud de organizaciones sean capaces de realizar el cambio necesario, a tiempo de poder verlo aún en su propia generación, sin quedar susceptibles a las apropiaciones que ocurrirán en el camino, necesitan conectarse a través de un formato de relación que ya es el propio cambio que anhelan: la Red.

Sumado a eso, hay que crear mecanismos para generar sostenibilidad en los propios movimientos y en los medios de expresión que buscan resistir el yugo de las fuerzas opresoras y vaciadoras de sentido y sentimiento, aniquiladoras de la singularidad y de la diversidad, productoras de seres normalizados y masificados, orientados al consumo y a la simulación.

La creación de una sostenibilidad intrínseca de ese tipo es uno de los desafíos que todavía necesitamos vencer, y aprenderemos caminando y caminaremos aprendiendo.

En nuestro camino, necesariamente aprenderemos que, si queremos enarbolar la bandera de la solidaridad y del altruismo, necesitamos ampliar el horizonte dentro del cual incluimos a aquellos a quienes llamamos familia.

Necesitamos mirar al otro como si fuésemos nosotros mismos. Necesitamos percibir que no existe el Yo sin el Nosotros, ni tampoco el Nosotros sin el Yo.

La interdependencia armónica dentro de una red es una función fundamental para la supervivencia de los individuos de este sistema. Hoy, estamos fallando de manera asombrosa en encontrar ese equilibrio. Estamos mal de matemáticas. Estamos capturando y retirando (del ambiente y de los otros) mucho más de lo que somos capaces (o tenemos deseo) de reponer y compartir. Esto, que ya se ha dicho y repetido hasta el cansancio, no es sostenible. Vivimos en un planeta finito y, hasta esta mañana, todavía no habíamos conquistado Marte. Aunque ya lo hubiéramos hecho, parece que allí no hay vista al mar… (¿alguien ya consigue imaginar vuelos Tierra > Marte para llevar agua marina a playas privadas en el planeta vecino?)

Necesitamos entonces hacer una invitación a todos los que navegan en esta misma Nave: que se embarquen en la jornada que ahora se presenta: una jornada en busca de la creación de una NUEVA ECONOMÍA, una Economía que acompañe a la biología en su diversidad, y que se integre a su complejidad en lugar de extinguirla. Una Economía que respete al otro como miembro de una misma familia, basada en un paradigma etno-ecológico, guiada por la cooperación, la solidaridad, la justicia social y la sostenibilidad, y que anhele, en última instancia, el BIEN COMÚN. ¿Vamos juntos?

http://coolmeia.org

Texto de presentación de Coolmeia en la II Conferencia Internacional de Redes Sociales, Curitiba, 19 de mayo de 2011

Presentation text of Coolmeia at the II International Conference on Social Networks, Curitiba, May 19, 2011

There is an anguish in the air, born from the perception that we, humans, have already produced so much knowledge, technology, and wealth, yet we remain incapable of finding a way to distribute fairly and in a balanced manner all the products of our intelligence and labor. We choose and accept (or are forced to accept, in some cases) forms of concentrating this wealth in the hands of a few corporations or individuals, to the detriment of billions of others less favored by the criteria that we either helped to determine or else, peacefully or reluctantly, follow. Few are those who have not yet become indifferent to the oppressed portion of human society, or who, enclosed in their cocoon—family, work, church, circle of friends—hardly even notice that the world they have enjoyed for so long is rapidly fading away and will no longer be present, in the form we know, for their children and grandchildren.

To try to reverse this situation, effort and change must necessarily come from each person. It is a process that begins with something that can be called an Awakening: perceiving within oneself one’s singularity as an autonomous human being, capable of generating and enjoying riches far greater than those offered by current contingencies.

And to fuel this change, great nations, empires, armies, or legions on the march are not necessary. What is necessary, rather, are small groups of people with sufficient goodwill, intelligence, and integration to, through precise surgeries, begin to change the reality around them.

And how will these groups of people—of citizens—learn to perform these surgeries? In workshops, dinners, and festivals, organized with the purpose of providing them with new knowledge, which until then had been kept under seven locks by the king: that it is possible to live a life guided by freedom, solidarity, and self-management.

In these workshops, these dinners, and these festivals, individuals will be empowered, communities will be strengthened, emerging as new centers of illumination of human genius, able to multiply what the first workshops were able to produce.

These spaces, these communities, will be guided by an ethics grounded in kindness and mutual support, respecting not only others of the same species but also perceiving the interrelation among all beings, belonging to a long and fundamental web of life.

And there already exist, spread across the world, movements that have become aware of this need, this urgency, and are working to ease the impacts of an exploitative, unjust, inhumane, unsustainable world. Together, all these movements could be changing the reality of our planet in a short period of time.

However, their proposals, their initiatives, their models, their tools, and attitudes are appropriated by the technologies of power. From then on, they cease to have the force for social change they once possessed, because their focus is distorted and weakened.

For these small groups of individuals, or even this multitude of organizations, to be able to carry out the necessary change in time for it to still be seen within their own generation—without being susceptible to the appropriations that will occur along the way—they need to connect through a format of relationship that is already the very change they seek: the Network.

Added to this, mechanisms must be created to generate sustainability within the movements themselves and the means of expression that aim to resist the yoke of oppressive forces that empty meaning and feeling, that nullify singularity and diversity, that produce normalized and massified beings, oriented toward consumption and simulation.

Such the creation of an intrinsic sustainability is one of the challenges we still need to overcome, and we will learn by walking and walk by learning.

On our path, we will necessarily learn that, if we wish to wave the flag of solidarity and altruism, we need to broaden the horizon within which we include those whom we call family.

We need to look at the other as if that person were ourselves. We need to realize that there is no “I” without the “We,” nor “We” without the “I.”

Harmonic interdependence within a network is a fundamental function of the survival of the individuals in this system. Today, we are failing astonishingly to find this balance. We are bad at mathematics. We are capturing and taking (from the environment and from others) far more than we are able (or have the desire) to restore and share. This, which has already been said and repeated to exhaustion, is not sustainable. We live on a finite planet and, until this morning, we had not yet conquered Mars. Even if we had, it seems there is no ocean view there… (can anyone already imagine Earth> Mars flights to carry seawater to private beaches on the neighboring planet?)

We therefore need to extend an invitation to all who sail on this same Ship: embark on the journey now presented—a journey in search of the creation of a NEW ECONOMY, an Economy that follows biology in its diversity, and that integrates into its complexity instead of extinguishing it. An Economy that respects the other as a member of the same family, based on an ethno-ecological paradigm, guided by cooperation, solidarity, social justice, and sustainability, and that ultimately aims at the COMMON GOOD. Shall we go together?

http://coolmeia.org

Texto de apresentação da Coolmeia na II Conferência Internacional de Redes Sociais, Curitiba, 19 de maio de 2011

Texto de apresentação da Coolmeia na II Conferência Internacional de Redes Sociais, Curitiba, 19 de maio de 2011

Existe no ar uma angústia, que deriva da percepção de que nós, humanos,  já produzimos tanto conhecimento, tecnologia, riqueza, mas ainda somos incapazes de encontrar uma forma de distribuir de forma justa e equilibrada todos os produtos de nossa inteligência e trabalho. Escolhemos e aceitamos (ou somos forçados a aceitar, em alguns casos) formas de concentração destas riquezas nas mãos de algumas poucas corporações ou indivíduos, em detrimento de bilhões de outros menos favorecidos pelos critérios que – ou ajudamos a determinar ou então pacifica ou contrariadamente seguimos. Poucos são os que ainda não se tornaram indiferentes a parcela oprimida da sociedade humana ou ainda que, encerrados em seu casulo – família, trabalho, igreja, roda de amigos – mal se apercebem de que o mundo que por tanto tempo aproveitaram está rapidamente se esvaindo e já não estará mais presente, da forma que conhecemos, para seus filhos e netos. 

Para tentar reverter esta situação, o esforço e a mudança precisam vir, necessariamente, de cada um. É um processo que começa com algo que pode ser chamado de Despertar, de perceber em si a singularidade como ser humano autônomo e capaz de gerar e usufruir de riquezas muito maiores do que as que são oferecidas pelas contingências atuais.

E para alimentar esta mudança não são necessários grandes nações, impérios, exércitos ou legiões em marcha. São necessários isso sim, pequenos grupos de pessoas com boa vontade, inteligência e integração suficientes para, através de cirurgias precisas, começar a mudar a realidade que os cerca.

E como estes grupos de pessoas, de cidadãos conseguirão aprender a fazer estas cirurgias? Em oficinas, jantares e festivais, organizados com a finalidade de lhes proporcionar um novo conhecimento, que até então era guardado a sete chaves pelo rei: o de que é possível uma vida pautada pela liberdade, solidariedade e pela autogestão.

Nestas oficinas, nestes jantares e nestes festivais, serão empoderados indivíduos, serão capacitadas comunidades, que emergirão como novos centros de iluminação do gênio humano, hábeis em multiplicar o que as primeiras oficinas foram capazes de produzir.

Estes espaços, estas comunidades, serão pautadas por uma ética apoiada na bondade e no apoio mútuo, respeitando não só ao outro da mesma espécie mas também percebendo a interrelação entre todos os seres, pertencentes a uma longa e fundamental teia da vida.

E já existem, espalhados pelo mundo, movimentos que se perceberam dessa necessidade, dessa urgência, e estão trabalhando para aplacar os impactos de um mundo exploratório, injusto, desumano, insustentável. Juntos, todos estes movimentos poderiam estar mudando a realidade de nosso planeta em curto espaço de tempo.

Entretanto, suas propostas, suas iniciativas, seus modelos, suas ferramentas e atitudes são apropriadas pelas tecnologias do poder. A partir daí, deixam de ter a força de mudança social que outrora possuiam, pois seu foco é desvirtuado e enfraquecido.

Para que estes pequenos grupos de indivíduos ou mesmo esta multidão de organizações sejam capazes de realizar a mudança necessária, em tempo hábil para ser visualizada ainda na sua própria geração, sem estarem suscetíveis às apropriações que ocorrerão pelo caminho, eles precisam se conectar através de um formato de relacionamento que já é a própria mudança que almejam: a Rede.

Aliado a isso, 

Há que se criar mecanismos para gerar sustentabilidade nos próprios movimentos e meios de expressão que objetivam resistir ao jugo das forças opressoras e esvaziadoras de sentido e sentimento, anuladoras da singularidade e da diversidade, produtoras de seres normalizados e massificados, voltados ao consumo e à simulação.

Tal criação de uma sustentabilidade intrínseca é um dos desafios que ainda precisamos vencer, e vamos aprender caminhando e caminhar aprendendo. 

Em nosso caminho, vamos necessariamente aprender que, se quisermos acenar com a bandeira da solidariedade e do altruísmo, precisamos aumentar o horizonte dentro do qual incluímos aqueles a quem chamamos de família. 

Precisamos olhar para o outro como se este fôseemos nós mesmos. Precisamos perceber que, não existe Eu sem o Nós, tampouco Nós sem o Eu.

A interdependência harmônica dentro de uma rede é função fundamental da sobrevivência dos indivíduos deste sistema. Hoje, estamos falhando assombrosamente em encontrar este equilíbrio. Estamos ruins de matemática. Estamos capturando e retirando (do ambiente e dos outros) muito mais do que somos capazes (ou temos desejo) de repor e compartilhar. Isso, que já foi dito e repetido à exaustão, não é sustentável. Vivemos em um planeta finito e, até esta manhã, ainda não tínhamos conquistado Marte. Mesmo que já tivéssemos, parece que lá não tem vista para o Mar… (alguém já consegue imaginar vôos Terra>Marte para levar água marinha para praias particulares no planeta vizinho?)

Precisamos então fazer um convite, a todos que navegam nesta mesma Nau: que embarquem na jornada que ora se apresenta: uma jornada em busca da criação de uma NOVA ECONOMIA, uma Economia que acompanhe a biologia em sua diversidade, e que se integre à sua complexidade ao invés de extingui-la. Uma Economia que respeite ao outro enquanto membro de uma mesma família, baseada em um paradigma Eto-ecológico, pautada pela cooperação, solidariedade, justiça social e sustentabilidade, e que almeje, em última instância, o BEM COMUM. Vamos juntos?

http://coolmeia.org